Solidaridad en medio del Horror

El objetivo fundamental de los conjurados en el golpe de estado de julio del 36 fue hacerse con el poder para, según afirmaron, salvar a España de la “anarquía”. Para conseguirlo los militares contaron con neutralizar inmediatamente los focos de resistencia que pretendiesen oponerse a sus designios. De hecho, muy pronto se evidenció que aquellos que dirigían la sublevación no sólo habían establecido de antemano quienes eran esos opositores sino también el modo de acabar con ellos haciendo uso de toda la violencia que fuere necesaria. Según manifestaciones del general Mola, realizadas el 19 de julio de 1936, la intención de los sublevados era:
“Sembrar el terror…eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros”. Y, “Echar al carajo toda esa monserga de derechos del hombre, humanitarismo y filantropía”

El sistema elaborado por el franquismo para acabar con la oposición política encarnada en las organizaciones de izquierdas, sus militantes y familias presentó varias facetas, la represión de las personas, la incautación de los fondos económicos y propiedades y la destrucción de la memoria que fue de todos los aspectos represivos quizás el menos evidente, a pesar de que en sus formas fue tan grosero y brutal como los demás. No obstante todos los padecimientos desencadenados por los mecanismos de represión el espíritu de los miembros de las organizaciones de izquierdas y de sus familias no llegó a ser quebrado completamente como pretendían las autoridades franquistas.
Los testimonios de los que disponemos señalan que, desde fecha muy temprana, en los campos de internamiento, cárceles y batallones los presos lograron crear varias redes de solidaridad que, al igual que sucedió en los campos de concentración franceses con sus compañeros exiliados, les ayudaron a sobrellevar la terrible situación en la que se vieron inmersos. Los primeros grupos se organizaron a partir de unos vínculos de paisanaje que fueron sustituidos rápidamente por los basados en la afinidad ideológica pues fue inevitable que la condición de preso político que ostentaron todos sus miembros no jugara un papel importante en su constitución y funcionamiento.

“Había organizaciones que todos lo sabíamos…pero no se daban a conocer…cada organización por su sitio, separadas”.

(Cosme Cordero Sánchez)


“En la cárcel siempre estuvimos organizados…nos organizamos por departamentos…por grupos políticos…de ideas”.

(Pedro Ruiz San Emeterio)

Entre las principales ocupaciones de todos ellos figuró siempre el reparto de los escasos alimentos que llegaban del exterior con la intención de paliar, aunque resultó imposible, la situación de hambre que padecieron en las prisiones de un modo permanente: “Había tantos…a mí como no fue a verme ni uno…si a los otros si les traían a veces una tortilla…partíamos un poquín cada uno…yo tuve la mala suerte que nunca me llevaron nada…así que no pude dar para compartir…nada”. (Amador Quintana Conde)

La obtención de noticias y su difusión fueron otras de las actividades a las que se prestó un especial interés. Noticias sobre el progreso de la guerra al comienzo y sobre el desarrollo de los acontecimientos políticos tiempo después:
“La información llegaba de la calle…dentro estábamos al tanto de todo lo que sucedía… por eso supimos lo de Teruel…lo mejor”. (Cosme Cordero Sánchez)

“Siempre tratábamos de meter clandestinamente recortes de periódicos para saber lo que ocurría fuera…pero teníamos muy limitado el trabajo en las cárceles…información y cambiar impresiones…la información era buena…si, estábamos al corriente de todo lo que sucedía fuera”. (Pedro Ruiz San Emeterio)

Las redes de solidaridad intramuros, en ocasiones, también procuraron apoyo a los que fueron liberados para que el retorno a sus hogares fuese realizado en mejores condiciones que las que les proporcionaba el régimen, ya que a los desplazados sólo se les entregaba un pase de tren gratuito a su salida de la cárcel:

“En la cárcel al principio había muchos andaluces…que habían venido hasta aquí arrastrados por la guerra…y mi padre en la cárcel tenía tabaco…no es que fuera un gran fumador pero los amigos de fuera decían ¡toma para Avelino!…entonces a estos les daban la libertad y sólo les daban el billete del tren…y mi padre vendía el tabaco para darles, para que comieran algún bocadillo hasta llegar a Andalucía porque se iban en el mixto e imagínate tu los días que tardaban en llegar”. (Isabel Ceballos Saiz)

Asimismo trataron en la medida de lo que fue posible que algún tipo de ayuda alcanzara periódicamente a sus desamparadas familias.

“Sé que mi padre desde la cárcel se escribía con alguien en Casablanca y que incluso nos llegó a enviar algo de dinero a casa para ayudar…no mucho, en pequeñas ayudas pero si nos lo enviaron desde Casablanca…no recuerdo el nombre de quién lo enviaba”. (Isabel Ceballos Saiz)

En otro orden de cosas el arraigo entre los militantes montañeses de las tradiciones culturales dentro de sus organizaciones volvió a ponerse de manifiesto en el deseo de los presos de no descuidar su formación ni en las peores circunstancias personales pues dentro de las cárceles se organizaron cursos de formación y cultura general. A nuestras manos ha llegado un documento que corrobora el enorme deseo de aprender que conservaron los presos: un libro de texto, elaborado a mano, que fue utilizado para impartir un curso de contabilidad en el Dueso. Y al cual, posteriormente, se le fueron añadiendo en función de las exigencias de los alumnos contenidos sobre otras disciplinas profesionales y académicas como tipografía, literatura e historia.

“Uno de mis más queridos amigos y, a la vez, discípulo de las clases que di en cierta ocasión, me pide insistentemente haga unos apuntes de lo que expliqué en dichas clases…Fácil sería esto si los apuntes pedidos fueran para uso particular…pero la idea que nació de él tuvo tantos partidarios como alumnos asistieron a dichas clases, quienes esperan la terminación de estos apuntes para copiarlos unos de otros”.

Prueba de la continuidad de las tradiciones culturales dentro de las prisiones fueron asimismo la fundación de cuadros teatrales en varias de ellas, como el que dirigió Rivas Cherif- cuñado de Azaña- en el Dueso o el de las presas de la cárcel de Santurrarán, y la organización de grupos de actividades artísticas que se encargaron de elaborar, por ejemplo y entre otros objetos, algunos de los regalos que los hijos de los presos recibieron por Navidad.

“Es sorprendente pero mi padre que compartió celda con Rivas Cherif perfeccionó el inglés que sabía pues le gustaban los idiomas y había estudiado algo de inglés….Rivas Cherif además dirigió un grupo de teatro que hubo en El Dueso…porque llegó a haber un grupo teatral de los presos”. (Rafael González Díaz)

“Nos hacían unos cuentos apaisados…todavía me acuerdo de cómo eran…preciosos, llenos de dibujos…dibujos del pintor Manuel Liaño, ¡fíjate tu!, que estuvo en la cárcel con mi padre…hace unos años una sobrina vino a ver si conservábamos alguno pero no…es una lástima”. (Isabel Ceballos Saiz)

Mientras tanto, en el exterior, las familias también se organizaban para ayudar a los encarcelados y tratar entre todos de sobrellevar la situación. En aquellas poblaciones que se encontraban alejadas de los centros penitenciarios, por ejemplo, fueron creadas cadenas de recadistas con el objetivo de llevar hasta ellos, cada semana o quince días, los paquetes de comida y ropa que preparaban los familiares para los presos. Paquetes que servían, según hemos visto, para aliviar a muchos más hombres de los que en principio fueron sus destinatarios.

“En mi casa se quedaban muchos conocidos del pueblo donde había nacido mi padre…bajaban para visitar a los que estaban presos y se quedaban en la nuestra y en la de otros socialistas…dormíamos todos juntos cruzados en las camas…nos arreglábamos como podíamos…sobre todo vísperas de día de reyes en que dejaban entrar en la cárcel a los familiares…en mi casa también se quedó uno que se tenía que presentar cada semana y no le daba el día para volver a su casa en Cieza, ir a trabajar y a presentarse a la Guardia Civil”. (Isabel Ceballos Saiz)

“Un día a la semana o cada quince días se bajaba a la estación y se dejaba el paquete…y lo que venía de allá para no bajar tanto a Cabezón se dejaba en casa de algún amigo…hasta que se recogía para lavar…mi casa era para todo el mundo…la recadista llevaba la ropa limpia, el paquete con comida…creo yo que entre todos le pagarían el viaje y algo por ir y venir…creo que también tenían a alguno en la cárcel”. (Nieves Gutiérrez de Celis)

“Mi madre fue la recadista durante cinco años…porque mi padre estuvo en El Dueso…trajo pena de muerte desde Barcelona…lo que tuvo que luchar mi madre para que le quitaran a mi padre la pena de muerte solo lo supo ella…fue horroroso”. (Pilar Sordo González)

Las redes de solidaridad llegaron a funcionar, incluso, a nivel interprovincial de tal manera que algunos presos encarcelados en establecimientos alejados de sus regiones de origen también pudieron encontrar algo de consuelo gracias a las informaciones que circularon entre los familiares, amigos y correligionarios.

“Fernando Acebal a comunicar, y yo salí corriendo y decía para mi ¿quién será si no conozco a nadie?…fui a una ventana con rejas y dije: yo soy Fernando Acebal quien pregunta por él…una chica joven me dijo: una hermana mía está de compañera de tu madre en Santander…mi hermana me ha dicho que viniéramos a verle y a traerle lo que le hiciera falta…no se puede imaginar la emoción, yo lloraba de emoción pues era mandada por mí madre que hacía más de dos años que no la veía…me dijo, ahí le dejo un paquete con comida…le dejo nuestra dirección por si necesita algo y nos manda la ropa para lavársela”. (Fernando Acebal Lahera)

“Estando presos allí en Galicia la gente nos trató muy bien…venían a vernos y nos traían comida…se portaron como si fueran de familia…la chica que más traté yo le habían matado a un hermano y tenía a otro en el monte…la pobre se consolaba viéndonos a nosotros y haciéndonos bien…y como ella las otras que venían con ella…hasta que se han muerto para mí han sido todas como hermanas”. (Amador Quintana Conde)

Finalmente, los pocos militantes que permanecían en libertad comenzaron también a organizarse con la intención, en primera instancia, de confeccionar listas de fusilados y represaliados pues la recogida de ese tipo de información fue estimada de gran valor por todos los grupos que fueron constituidos; en segunda, recaudar algo de dinero con el que ayudar a las familias que se encontraban en peor situación económica y, tercera, tratar de recomponer los lazos entre compañeros de organización. Todo ello en la temprana fecha de finales de 1937 según los testimonios.

“Yo cuando regresé a Santander pues busqué a amigos, conocidos del sindicato…compañeros jóvenes que habíamos pertenecido a la UGT. Hicimos un pequeño grupo y nos reuníamos en una casa en el Barrio Obrero…en el piso de uno…tratábamos de coger nombres…de infiltrarnos en todas las partes donde podíamos…procurábamos ayudar clandestinamente lo que podíamos”.

“Tiempo después te puedo decir que trabajé en un puente que estaban haciendo para cruzar el Besaya a la Sniace…allí trabajaban como cuatrocientos obreros y estaban organizaos y se vendían cupones, parecidos a los del Socorro Rojo, que servían para ayudar a los presos…nosotros los libres…los obreros libres vendíamos todos los bonos que podíamos para colaborar…eso si a la gente de confianza que nosotros sabíamos…se vendían muchos…la gente era solidaria…luego ellos como estaban organizados se repartían el dinero”.

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Publicado el

6 de abril de 2014