Combatientes españoles en Francia. Verano de 1939. Abajo, a la derecha, sin camisa, Julio Vázquez, nacido en 1917 en Obregón, (Villaescusa, Cantabria). Militante comunista histórico. Se alistó voluntario en el ejercito de la República, combatió en el Frente Norte, fue evacuado tras la caída y se hizo tanquista en Cataluña, pasó a Francia y fue recluido en el Campo de Barcarés, donde se tomó esta foto. De allí salió acompañado de paisanos de Villaescusa y del valle de Cayón y posteriormente se incorporó al Maquis en la Gran Combe. Fue detenido y deportado a España. Desmemoriados ya se ocupó de él hace tres años.
Este pasado mes de agosto se han cumplido 80 años de varios acontecimientos que revisten el carácter de históricos, algo que a veces se otorga con exceso de rapidez cuando no con elevadas dosis de frivolidad. El 1 de abril hizo 80 años del último parte de nuestra Guerra Civil. Este 1 de septiembre es el mismo aniversario del inicio de la Segunda Guerra Mundial. La relación entre ambas, usando solo criterios académicos es muy difícil de negar. En España, la paz oficial se veía a diario acompañada de cientos de ejecuciones que causaron decenas de miles de víctimas en el siguiente cuarto de siglo. En ese mes de agosto de 1939, el fusilamiento de las jóvenes republicanas conocidas como las Trece Rosas señala una de las cuentas de ese funesto rosario. En Francia, varios miles de españoles, como Julio Vázquez, estaban a punto de empuñar de nuevo las armas.
También en agosto de 1939, a partir del envió de una carta de Albert Einstein al presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, tuvo su génesis el Proyecto Manhattan, que conduciría, el 16 de julio de 1945, al primer ensayo nuclear en Alamogordo, Nuevo México. Un mes más tarde, después de los bombardeos sobre Hiroshima y Nagasaki, se rindió Japón. Seis años de destrucciones, locuras y crueldades que parecían ya lejos del momento evolutivo de la humanidad.
Como se ha dicho al principio, a lo largo del mes se sucedieron una serie de acontecimientos que, analizados con la perspectiva del tiempo transcurrido, dejan ver un plano inclinado hacia la guerra. Así, la firma el día 18 del acuerdo comercial entre la Alemania nazi y la Unión Soviética precedió al mucho más conocido del día 23, el Pacto Molotov-Ribbentrop, mediante el que Hitler y Stalin se repartieron Europa oriental: Finlandia, los países bálticos y la parte oriental de Polonia pasaron a ser soviéticas y Polonia occidental de Alemania. El acuerdo, que todavía no hizo reaccionar a las dos grandes democracias occidentales, dejó estupefacto a buena parte del movimiento comunista internacional que, en buena medida, hizo suyo el orden requerido por Stalin.
Al día siguiente, 24 de agosto, se produjeron desórdenes en la ciudad libre de Danzig/Gdansk, el pasillo al mar conseguido por Polonia en el final de la I Guerra Mundial. Los nazis se hicieron con el gobierno de la ciudad. Un episodio que aparece en “El tambor de hojalata” del Nobel alemán Günter Grass. El 26, Alemania garantizaba la neutralidad de Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo. Una garantía que resultó absolutamente falsa, como es sabido, y el 27 las primeras tropas británicas llegaban a Francia. El 30, tras un supuesto ataque polaco, Alemania presentó un ultimátum a Polonia, que respondió con la movilización general. Ese mismo día la flota británica fue puesta en estado de alerta.
Por otra parte, el pasado 6 de junio se cumplieron 75 años del desembarco de Normandía. La apertura de ese segundo frente en Europa occidental, tras el italiano que se encontraba bastante atascado, sería ya el definitivo principio del fin para la Alemania nazi.
La participación de españoles en la Segunda Guerra Mundial, en la liberación de Francia en concreto, ha padecido durante mucho tiempo un conocimiento escaso. Tras años de silencio oficial absoluto (solo se conocía la verdad, mitificada, en ámbitos militantes de la izquierda) ha empezado a divulgarse en los últimos tiempos el papel de los españoles de la Nueve en la liberación de París, de la que se han cumplido 75 años. Las obras de Mesquida, La Nueve, 24 Août 1944 –Ces républicains espagnols qui ont libéré Paris, con prefacio de Jorge Semprún y Cuando los republicanos liberaron París, de Monteagudo, ambas publicaciones ya de este siglo, han documentado con exactitud esa participación en el hecho concreto de la capital francesa. Pero hay bastante más.
En un manual de culto pese a su brevedad, Historia de España, que no pudo venderse en España hasta después de la muerte de Franco, Pierre Vilar, no concede una sola línea al papel de los republicanos españoles en el combate contra los nazis en la Francia ocupada. Es cierto que puede, o podía, persistir un rasgo académico de no juzgar esos hechos como parte de la Historia de España.
En Francia hace más tiempo que se incorporó a la normalidad oficial esa parte de nuestra Historia. Pero no fue desde el principio. El discurso que pronunció el general Charles de Gaulle desde el Ayuntamiento de la capital al día siguiente, el histórico discurso de la liberación de París, no dejaba lugar a dudas:
“Liberada por ella misma, por su pueblo, con la participación de los ejércitos de Francia, con el apoyo y la participación de toda Francia. De la Francia que lucha, de la única Francia, de la verdadera Francia, de la Francia eterna”.
También nació de ese discurso la confusión interesada por la que parecía que no había existido una Francia colaboracionista con los nazis. Un héroe de la I Guerra, como el Mariscal Pétain arrodillado ante Hitler, condenado a muerte e indultado por De Gaulle. Difíciles de explicar las condenas a muerte para tantos colaboracionistas empezando por Pierre Laval, antiguo dirigente socialista reconvertido y artífice del intento institucional del Nuevo Estado francés corporativo, que fue ejecutado en octubre de 1945 después de haber intentado refugiarse en España. Si los franceses tenían su propia confusión en relación con la guerra, en muchos sentidos también una guerra civil, no es tan extraño que tardaran en reconocer oficialmente la participación de españoles en la liberación.
Desde 1995, en el cincuenta aniversario del final de la guerra, y diez años más tarde, muy poco a poco, se ha ido desvelando la verdad. En las tachuelas que salpican el centro de Paris y que recuerdan las víctimas de aquellos días de agosto de 1944, también hay apellidos inequívocamente españoles. Lo mismo que en muchos pueblos de Francia, especialmente en los departamentos fronterizos, en las lápidas dedicadas a los héroes locales de la Resistencia, caídos contra los alemanes, donde también figuran apellidos españoles.
Las publicaciones anteriormente citadas y la llegada a la alcaldía de París de Anne Hidalgo han resultado definitivas para establecer que la guerra de España continuó fuera de la Península después de la retirada de 1939. Como en otros aspectos de la memoria colectiva de los españoles relativa al conflicto iniciado en 1936, los combatientes de un bando, los azules que se encuadraron en la Wehrmacht, han tenido desde el primer momento su lugar en la Historia. Los otros han estado a punto de morir, les ocurrió a muchos, sin que se les reconociera oficialmente su papel en la derrota del fascismo en Europa.
Este año, el presidente del gobierno de España ha asistido a actos conmemorativos en Montauban, ante la tumba del presidente Azaña, y en Colliure, en la del poeta Antonio Machado. Un año después de su llegada a la presidencia del gobierno, Rodríguez Zapatero estuvo presente en los actos del 60 aniversario de la liberación del campo de exterminio de Mauthausen, en el que perecieron unos cinco mil republicanos españoles, la mayoría capturados por los nazis en Francia. A finales de agosto, la ministra de Justicia rindió homenaje a los españoles que participaron en la liberación de París hace 75 años. Queda por resolver cuánto tardará en realizarse un reconocimiento institucional análogo en España a quienes contribuyeron a la victoria en la Segunda Guerra Mundial.
La neutralidad y la no beligerancia, como posturas oficiales de la España franquista en el marco de la Segunda Guerra Mundial, conllevaron algún olvido sobre la participación de los españoles en el conflicto. Hace cuatro años Berlín conmemoró el final de dicha guerra, el final de su propia tragedia. Decenas de exposiciones y actos muy diversos. Dos olvidos de magnitud: la participación en el combate contra los alemanes de los yugoslavos, de una parte de ellos, y la de los españoles, de una parte de nosotros.
La 9éme Compagnie, la Nueve, de la II División Blindada, al mando del general Leclerc, formada mayoritariamente por republicanos españoles, ha sido, fuera de duda, el ariete que ha ido abriendo otras páginas de la participación española en la Guerra. No es fácil de ocultar el tránsito desde África a Normandía y después París, Alsacia y el mismísimo cuartel general de Hitler, el Nido del Águila, en Berchtesgaden. Tan importante participación tuvo su coste: solo sobrevivió aproximadamente un 10%, únicamente 16 españoles de la Nueve vieron el amanecer del 8 de mayo de 1945.
Si Pierre Vilar no se ocupa en su Historia de España de ninguno de estos hechos, Tuñón de Lara sí les presta mayor atención. En el volumen 10 de su Historia de España se encuentran varias referencias.
Tras señalar con detalle la división que reinaba entre las fuerzas políticas republicanas en el exilio, la misma que había existido durante la Guerra Civil y que había estallado de manera vergonzosa al final de la misma en Madrid en el mes de marzo, se analiza la actuación, muchas veces individual o incluso grupal, aunque al margen de los encuadramientos políticos. Son españoles que han combatido al fascismo en España, que han sido derrotados, de momento, pero que asisten a un nuevo combate contra el mismo fascismo. Y participan.
Tuñón señala que fue el PCE el que empezó a coordinar acciones, ya en el otoño de 1940. Numerosos españoles se fueron organizando, sobre todo en la zona sur. En el Macizo Central hubo algunas partidas de cenetistas que se resentían de sus propias escisiones y aún más divididos, según Tuñón, estaban los socialistas. Hemos hecho anteriormente una referencia académica. Textualmente dice:
“Lo más importante, a nivel de Historia de España, es la participación de millares de españoles en la Resistencia francesa contra el nazismo, que alcanzará mayor desarrollo en 1942, en cuyo mes de abril se crea el XIV Cuerpo de Guerrilleros Españoles. Su acción adquirió pronto importancia, realizándose acciones incluso en el centro de Toulouse. Al terminar 1942 los guerrilleros españoles actuaban en diez departamentos del sur y otros grupos en el Limousin y la Alta Saboya”
Maneja Tuñón la posibilidad de que Franco ya supiera, por la vía de una conversación en Berlín, poco después de la derrota de Stalingrado, entre el almirante Canaris, jefe de la Abwehr y el general Martínez Campos, asesor de Franco, que Alemania no iba a poder ganar la guerra. Ese es el punto de inflexión. Semanas después Franco exponía al embajador norteamericano su teoría de las tres guerras. La de los anglosajones contra Italia y Alemania, en la que la España franquista es neutral; la del Pacífico, en la que España apoya a los aliados contra Japón (aunque muy al final, Franco rompe relaciones diplomáticas con Japón); y la guerra contra el comunismo, en el frente oriental, en la que España es beligerante. No hay constancia de la expresión facial de Mr. Hayes ante la exposición de esa teoría.
Con el retorno a España después de la muerte de Franco (y, muchos más tras las elecciones de junio de 1977) de miles de exiliados empezó a conocerse, fuera de los reducidos ámbitos de la clandestinidad militante, la participación de españoles en la liberación de Francia. En muchos lugares de los departamentos fronterizos se celebraban ya encuentros en verano entre antiguos combatientes de ambas nacionalidades y sus familias. Con la llegada de un sistema democrático a España, esos encuentros recibieron publicidad y muchos más visitantes.
De los cinco departamentos franceses fronterizos, en los tres no costeros los españoles se desenvolvieron con más y mejor organización. En Ariège y Alto Garona, las Fuerzas Francesas del Interior estaban constituidas en muy buena proporción por españoles. Tuñón matiza con precisión, al referirse a la liberación del mediodía francés, la participación del ya citado XIV Cuerpo de Guerrilleros Españoles en la toma de Toulouse, de Angulema, de Pau… pero diferencia entre participar y protagonizar, y fueron españoles quienes “liberaron Tarbes, Aire-sur-Adour, Albi, Montluçon, Laruns…y más allá, en el Ródano, Montélimar, Valence…” En concreto, afirma: “Pamiers y todo el departamento del Ariège fue liberado por el XIV Cuerpo”
El desembarco en Provenza, el 15 de agosto, hizo temer al mando alemán que sus unidades resultaran aisladas en el sur, lo que condujo a que en pocos días la región fuera liberada. Todavía habría numerosas víctimas en los últimos momentos, llenos de incidentes, pero en general, en la semana que siguió al desembarco, el sur francés quedó libre de la presencia alemana.
En Foix, sede de la Kommandantur del departamento, se combate en las calles del centro. Las unidades de los comandantes José Antonio Alonso, “Robert”, Pascual Gimeno, “Royo” y J. Estevez, “Montero”, atacan junto a las de Bigeard y Probert que cuentan con oficiales británicos de la Inteligencia Militar. Prayols, en la periferia de Foix, es liberada también por españoles como atestigua el monumento a los guerrilleros. Esa localidad y Santa Cruz de Moya, Cuenca, mantienen un hermanamiento y un doble encuentro anual desde 1982, aquí y allí.
Participación de vanguardia en París, exclusiva en algunos lugares del sur, colaborando con unidades francesas o encuadrados en ellas, en otros lugares del territorio metropolitano. También hubo españoles en combate en territorios franceses en África. Lo que ya es innegable, probablemente no tiene todavía todo el conocimiento popular que merece. Al final del verano de 1944, alrededor de 20.000 españoles lucían armas y uniformes en territorio francés.
Todo ese poder armado, fundamentalmente en el sur de Francia, es el que hizo posible la invasión del Valle de Arán. El intento de tener un territorio peninsular liberado del mando de Franco con el que forzar a los aliados a reconocer al gobierno republicano en el exilio. Los hechos demostraron que si la operación militar era arriesgada, fallaba más la base: la madurez política de la misma. No era una operación unitaria. Ni siquiera fue una operación comunista, en el sentido de que hubiera sido ordenada por la dirección del PCE. De hecho, fue Santiago Carrillo quien voló desde Argelia para detener la operación.
A 75 años de ese hecho, es posible afirmar que la vertiente militar de la misma, las vanguardias de un ejército guerrillero de más de 4.000 hombres llegaron a las afueras de Tremp, a casi 100 kilómetros de la frontera, estuvo muy por encima de la estructura política que debería haberla organizado. Era un preludio de lo que sucedería con la guerrilla antifranquista en el interior de España en los años siguientes.
El ejército franquista, al mando de Moscardó, tardó más de tres semanas en recuperar el territorio ocupado por los guerrilleros. Si los aliados hubieran estado “por la labor” la coartada podía haber servido pero, vale la pena insistir, la operación no respondía a una orden unitaria del antifranquismo.
Esa participación de españoles en la liberación de Francia tiene relación directa, una vez que De Gaulle consigue un asiento entre los grandes que han derrotado a Hitler, con el aislamiento de la España franquista en los primeros años de la postguerra. El cierre de la frontera francesa, el repudio a un régimen que se consideraba amigo de los derrotados, no tuvo entidad suficiente para deponerlo por la fuerza pero sí para pasar por diversos avatares hasta que, guerra fría y anticomunismo mediante, Franco consiguió un asiento en la ONU diez años más tarde.
La Historia oficial, durante decenios, solo mencionó la participación en la Segunda Guerra Mundial de los españoles de la División Azul. Ahora, tras 40 años con un régimen político regido por una Constitución, y con investigaciones históricas más que suficientes, parece que ya es hora de fijar la participación de españoles, del bando republicano en la Guerra Civil, en los principales escenarios del conflicto en Europa y África. Desde el principio, en Dunquerque, dónde algunos no fueron transportados a Gran Bretaña por no ser británicos ni franceses y Narvik, (“Historia y Vida” 119. Febrero de 1978) pasando por Dieppe y Normandía o el sur de Francia, donde ejercieron un papel principal.
En unidades propias, como el XIV Cuerpo de Guerrilleros, en la Legión Extranjera francesa y en los comandos británicos, sin olvidar a quienes sirvieron directamente en el ejército soviético… ya es hora de reclamar la participación de españoles en el bando vencedor de la guerra. El poco ejercicio de memoria colectiva en este tema, y en algunos otros, ha dado paso a simplificaciones que con peor o mejor voluntad, dejan la Historia en un juego, o en un negocio, o en ambas cosas a la vez. Reproducir el desembarco de Normandía en Arija o en El Sardinero, pueden ser ejemplos de cómo, fuera de contexto, se puede pervertir una buena intención, si es que la había.
El 9 de agosto de este año se ha publicado en el Boletín Oficial del Estado la lista de los 4.427 españoles asesinados en Mauthausen, 49 de ellos naturales de Cantabria. Faltan datos de algunos cientos más. Es tarde, muy tarde para los que sobrevivieron. Pero ya está en el BOE. Lo que era real desde hace 75 años, empieza a ser oficial.