El 24 de agosto de 1944 fue el último día en el que la ciudad de París estuvo ocupada por los nazis. Las tropas alemanas habían invadido oficialmente la mitad de Francia, incluyendo la capital, el 22 de junio de 1940, fecha en la que Adolf Hitler exigió que la firma del armisticio se realizara en el mismo vagón ferroviario en el que, veintidós años atrás, Alemania había rendido armas a las tropas aliadas, concluyendo de ese modo la llamada Primera Guerra Mundial. El general Pétain, héroe francés en esa contienda, fue el artífice por parte gala de esa claudicación, formando a partir de entonces un gobierno, el de Vichy, que durante los años que siguieron colaboró abiertamente no solo con el Tercer Reich, sino también con la España fascista de Franco.

En la tarde del mencionado 24 de agosto, la población de París contempló alborozada cómo varios blindados (half-tracks) conducidos por soldados con uniforme estadounidense, acompañados por integrantes de la Resistencia, avanzaban desde las afueras de la ciudad, siguiendo el curso del Sena, hasta llegar a la plaza del Ayuntamiento.

Sin embargo, aquellos soldados, en su gran mayoría, hablaban castellano en lugar de francés o inglés y en su uniforme americano lucían una pequeña bandera con los colores de la República Española. La misma bandera que adornaba los propios vehículos que conducían, que además llevaban escritos en la carrocería nombres tan netamente españoles como Guadalajara, Madrid, Ebro, Teruel, Don Quichotte, Jarama, Guernica, Brunete, Belchite y Santander, entre otros. Se trataba de la avanzadilla de la 9ª Compañía de la 2ª División Blindada de la Francia Libre del General De Gaulle, conocida popularmente como la División Leclerc y formada casi íntegramente por republicanos españoles bajo mando francés.

El primer blindado en llegar a la plaza fue el “Guadalajara” y a continuación los restantes, situándose estratégicamente alrededor. A continuación, el capitán Amado Granell, antiguo oficial de la República en la guerra de España, accedió al edificio del Ayuntamiento para reunirse con los jefes de la Resistencia del Interior, que estaban esperando y los cuales se mostraron bastante sorprendidos ante aquel militar al que inicialmente habían supuesto francés. Eran las 9 horas y 22 minutos de la noche.

A partir de entonces los hechos se sucedieron vertiginosamente. Las tropas de La Nueve durante esa noche fueron tomando diversos edificios en los que se atrincheraban los últimos defensores alemanes hasta llegar, en la mañana del día siguiente, al hotel Meurice, en el cual se encontraba el puesto de mando del gobernador militar de París, general Von Choltitz, que al verse encañonado por los soldados españoles pidió la presencia de un oficial para proceder a su rendición según las leyes de la guerra.

El día 26 de agosto, por fin, una vez tomado el control de la ciudad, el grueso de las tropas aliadas entró triunfante en París. Ese mismo día los blindados de La Nueve, como homenaje a los primeros soldados que habían entrado a la capital, escoltaron al general De Gaulle en el Desfile de la Victoria por los Campos Elíseos.

Sin embargo, para los aproximadamente 150 españoles que formaban La Nueve en sus inicios, la entrada en París fue solamente un paso más en su intento de derrotar al fascismo y ganar, posteriormente, la libertad de su país. Antes quedaba el durísimo avance y los sangrientos combates junto con el resto de tropas aliadas hasta el corazón del imperio de Hitler cruzando el Rin y el Danubio. Cuando llegaron a Berschtesgaden, al sur de Salzburgo, y pisaron la residencia de montaña del Führer en el célebre Nido de las Águilas, a 1800 metros de altura, apenas quedaban 16 de ellos.

Pero, ¿quiénes eran ellos?, ¿qué les había impulsado para llegar hasta allí?

En 1939, con la derrota, miles de combatientes republicanos tomaron el camino del exilio. Muchos de ellos cruzaron la frontera hacia Francia. Otros, los que tuvieron suerte, embarcaron en el puerto de Alicante en el navío Stanbrook, el último en realizar la travesía hacia el norte de África. En la mayoría de los casos acabaron siendo víctimas de la injusta brutalidad del gobierno francés, que los confinó en campos de concentración como Argelés Sur Mer a lo largo del sur de Francia o en el desierto argelino. Muchos de ellos murieron víctimas de las durísimas condiciones y de los trabajos forzados.

A los supervivientes, ante la ocupación de Francia por parte de los nazis, el gobierno de Vichy les puso en la disyuntiva de enrolarse en la legión extranjera o ser devueltos a España. La mayoría, por motivos obvios, ingresó en el cuerpo militar. Con posterioridad, a partir de que el general De Gaulle, desde su exilio en Londres, se declarara insumiso al gobierno colaboracionista de Pétain y formara lo que se dio en llamar la Francia Libre, los refugiados españoles se vieron en la tesitura de tomar otra importante decisión. Paulatinamente fueron desertando de la Legión Extranjera o abandonando subrepticiamente los campos de trabajo para incorporarse al cuerpo de ejército que De Gaulle estaba formando en las colonias africanas, por mediación del general Leclerc, para sumarse a la lucha que los ejércitos de Inglaterra y Estados Unidos iban a enfrentar contra el dominio alemán.  Muchos de ellos se integraron en La Nueve, pero también engrosaron otras Compañías del ejército de Leclerc.

De este modo, una cantidad innumerable de republicanos, en su mayoría anarquistas, contemplaron la oportunidad de combatir contra aquellos que los habían derrotado en tierras españolas. El primer paso, en sus anhelos, sería liberar Europa de fascistas y posteriormente regresar a su país para acabar con el franquismo. De algún modo, interesadamente, los mandos franceses alentaban esas esperanzas. No en vano se encontraron con una fuerza combatiente experimentada a la que movía la certidumbre de liberar España.

Dibujo de Héctor Herrería

Dibujo de Héctor Herrería

Las acciones iniciales, en las que La Nueve es una importante fuerza de choque, se producen en las batallas que deciden el curso de la guerra en el frente del norte de África, donde se derrota a las tropas de Rommel y sus aliados italianos en lugares como Kufra y El Alamein, acabando de este manera con el dominio del Eje en las colonias africanas. Posteriormente las divisiones de De Gaulle son acantonadas en espera de su traslado hacia Inglaterra, donde sigilosamente se está tramando el desembarco de Normandía y a donde los soldados de la Nueve y sus blindados con nombre español llegarán en una segunda oleada para, tras no pocos combates, tomar rumbo hacia París.

 

En el blindado llamado “Santander” se encuentra un joven que tiene por nombre Faustino Solana al que, según indica Evelyn Mesquida en su libro sobre La Nueve, apodan “Canica” y también “El Montañés”. Nació en Santander en 1914 y durante la guerra de España lucha en el Frente Norte, aunque al caer Asturias sale en un barco hacia Burdeos. Posteriormente regresa a Barcelona y combate en un batallón alpino. Al finalizar la contienda vuelve a Francia y es recluido en un campo de concentración. Más adelante se enrola en la Legión Extranjera y es enviado al norte de África. Dos años después deserta llevándose una cantimplora y un fusil para integrarse en las tropas de la Francia Libre de Leclerc. Tras la toma de París es herido en los alrededores de Berschtesgaden. Al finalizar la guerra, con la desmovilización y el convencimiento de que los aliados van a desistir de liberar España, decide quedarse en Francia.

Sobre Lucas Camons Portilla, también integrante de La Nueve y tripulante del blindado “Guernica” con el grado de sargento-jefe, ha existido mayor controversia, dado que Evelyn Mesquida indica en su libro que es andaluz. Sin embargo, Jesús Gutiérrez Flores y Enrique Gudín de la Lama en el trabajo denominado “Cuatro derroteros militares en la Guerra Civil en Cantabria” mencionan a su hermano, Eduardo Camons Portilla, como originario de Arnuero (Cantabria) y comandante del batallón 117 de la División 54 de Navamuel, que combatió en el Frente Norte. De Lucas señalan que tras la Guerra de España se alistó en la Legión francesa, combatió contra el Afrika Korps de Rommel y entró en París en un tanque como miembro de la División Leclerc.

Posteriormente Mesquida, tal como aparece en un artículo de El Diario Montañés del 22 de octubre de 2014, manifiesta que tras la publicación del libro llegaron nuevos documentos a sus manos que sitúan a Lucas Camons como nacido en Santander.

Hoy en día, las penalidades y la gloria de Faustino Solana, de Lucas Camons y del resto de sus compañeros de La Nueve son apenas conocidas en España (y por ende en Cantabria), empeñado en ocultar o solapar una gran parte de la historia reciente. En Francia, tras el homenaje a sus acciones que supuso el Desfile de la Victoria del 26 de agosto de 1944 se fue olvidando deliberadamente la generosa contribución de aquellos españoles a la libertad del país vecino, con el objeto de ofrecer un rostro netamente francés a la victoria. Y, aunque recientemente se están dando algunos pasos en uno y otro país para recordarlos con diversos homenajes, el olvido prevalece.

El silencio es un agravio más en la lista de los agravios.

 

*Las ilustraciones han sido realizadas por Héctor Herrería.