Otoño 1978. Llegan noticias del otro lado del Atlántico. En Nicaragua se está desarrollando un proceso revolucionario. Jóvenes combatientes en las montañas, herederos de Augusto C. Sandino y del Ché Guevara, junto a miles de personas de todos los sectores sociales en las ciudades, combaten contra la tiranía de Anastasio Somoza. Desde el año anterior, las noticias son cada vez más recurrentes. En España,  donde solo hay un canal de televisión, puesto que el segundo canal solo llega a parte del territorio y aún no existen las televisiones privadas,  todo el mundo oye hablar de los guerrilleros sandinistas.

Otoño de 1978. La Transición sigue avanzando. Al fin se ha hecho la luz y la comisión parlamentaria encargada de elaborar un proyecto de Constitución  ha dado a conocer meses antes su trabajo y, en el Parlamento, se cierra una propuesta que deberá ser sometida a referéndum en noviembre de ese año.

El proyecto de Suárez, un cambio controlado desde el poder por los herederos del franquismo,  avanza hacia su objetivo final con la integración de la izquierda mayoritaria, PSOE y PCE, en el nuevo modelo político. Al mismo tiempo, junto al avance de la crisis económica y el crecimiento del paro, el desencanto se extiende entre buena parte de una sociedad intensamente movilizada apenas un año antes.  La realidad del cambio no cuadra con las expectativas generadas. Mucha gente vuelve a sus casas y el activismo pasa a segundo plano. Apenas un año después de las primeras elecciones en cuarenta años se inicia la desmovilización. Ese mismo año de 1978, es un momento de crisis para el socialismo cántabro.  Disensiones internas de diferente tipo ( subordinación al aparato central de Madrid/Sevilla, tensiones por el desarrollo del incipiente proceso autonómico,  enfrentamientos entre las direcciones de partido y sindicato dentro de la familia socialista) darán como resultado la disolución de la recién creada Federación Socialista de Cantabria por parte de la Ejecutiva estatal y la apertura de un proceso de reafiliación controlado en el que habrá gente que se quede fuera.

 Buena parte de los jóvenes socialistas no se reincorporarán a la militancia en el partido o en la organización juvenil. Sus expectativas van más allá de lo que ofrece el marco constitucional. Desearían una mayor rapidez y radicalidad en los cambios, se mantiene en buena medida la idea de ruptura democrática frente a los herederos de la dictadura, ahora convertidos en demócratas de toda la vida, simpatizan con los valores de nuevos movimientos sociales (antinuclear, ecología) y acabarán refugiándose en la UGT aunque no está nada clara la labor que ahí puedan desarrollar.

Primavera de 1979. Sigue la ofensiva guerrillera e insurreccional en Nicaragua. A través del periódico Combate, de la LCR, se conoce la existencia en Madrid del colectivo IEPALA (Instituto de Estudios Políticos de América Latina y África)  así como su dirección en Madrid, que aloja a una representación de la insurgencia sandinista nicaragüense. Alguien plantea la posibilidad de hacer un viaje a Madrid para poder conectar  y ofrecer un apoyo solidario ante las previsibles necesidades que plantea el proceso revolucionario.

Dicho y hecho. Avalado por un miembro de la dirección de  UGT, varios jóvenes se desplazan a Madrid y se presentan en IEPALA. Son recibidos por su presidente, Carmelo García, así como por María Pilar Colchero y María Victoria, de la directiva de la asociación. Allí  contactan con Ángel Barrajón, en ese momento representante del FSLN para Europa.

 Esa misma primavera, en el barrio de Porrúa, un grupo de jóvenes vinculados a la parroquia,  ha organizado una exposición a partir de materiales tan sencillos como eran los recortes de las noticias de prensa y fotografías de diverso origen. Los guerrilleros sandinistas, ya conocidos como los muchachos, van ganando las simpatías de otros muchos jóvenes que, a este lado del Atlántico, sienten la necesidad de solidarizarse y aportar algo para ayudar a que caiga la dictadura somocista en la que perciben muchas  similitudes con la dictadura franquista.

Muy pronto, surgirán grupos en diferentes parroquias sensibilizados ante la injusticia y la crueldad de las imágenes que llegan de Nicaragua. Es la época de los grupos cristianos progresistas identificados con la Teología de la Liberación que tienen una importante presencia en varios barrios de la ciudad. Las simpatías se convertirán muy pronto en torrente. La generación del 78 está asistiendo al derrocamiento de una dictadura y no quiere permanecer impasible.

 El inicio del verano de 1979 permitirá la convergencia de diferentes factores, hasta ese momento sin conexión entre sí. En Nicaragua estalla la ofensiva general contra la dictadura entre los meses de junio y julio. Los testimonios de crueldad que se reciben refuerzan la determinación de hacer algo a este lado del charco.  Los anhelos y aspiraciones de los sectores populares se identifican con esos acontecimientos y se convertirán en pocos meses en un amplio movimiento de solidaridad popular. Cantabria verá nacer en estas circunstancias el nacimiento de esa solidaridad hacia un proceso revolucionario que se estaba produciendo en esos momentos.

 Del viaje a Madrid salió el compromiso de organizar alguna actividad que permitiera recaudar fondos para la lucha sandinista. Desde la representación europea del Frente Sandinista se sugiere la posibilidad de un concierto con la presencia de un popular grupo musical, Carlos Mejía Godoy y Los de Palacagüina, que abandonan la música comercial que les había hecho populares,  para convertirse en activistas revolucionarios.  El desafío es muy grande y la necesidad de dar seriedad a la convocatoria hace que la organización del concierto-festival se haga a través de UGT donde otro grupo de jóvenes vinculados a la Federación de Comercio, se suman al entusiasmo  activista que se está poniendo en marcha.  Se apuesta por un espacio grande, la plaza de toros, y por dos sesiones, de tarde y noche.  Además se compromete la asistencia de un estudiante nicaragüense afincado en Barcelona, Orlando Guerrero, en representación del FSLN para hacer una intervención política recabando la solidaridad de la gente.  

Durante la primera semana  de julio, todas las tardes, en la calle Burgos  junto al antiguo Gran  Cinema, una mesa, un megáfono, unas entradas para asistir al concierto y una enorme ilusión serán los elementos que pondrán en marcha una proceso llamado a generar euforia. Una revolución en marcha y una participación, por tangencial que sea, desde Cantabria.  Finalmente fue un éxito. Dos sesiones, con una plaza llena a rebosar tanto de gente como de entusiasmo solidario. Se estaban poniendo las bases para la formación de un grupo estable encargado de difundir los valores de la solidaridad internacionalista entre la población de Cantabria.

Ese grupo, en las semanas siguientes, se convertirá en el Comité de Solidaridad con Nicaragua que emprenderá diversas campañas de sensibilización política. El riesgo de intervención norteamericana para cortar el desarrollo del proceso, la extensión de la agitación política a El Salvador y Guatemala, serán los ejes a partir de los cuales comenzarán a organizar charlas por todos los rincones de la región. 

La organización de buena parte de esas actividades se hará de forma coordinada con Asturias, donde existe un importante movimiento solidario desde que se supo que a finales de 1978 un sacerdote asturiano, Gaspar García  Laviana, murió combatiendo en las filas del Frente Sandinista.  El hecho de que varios miembros del naciente comité marcharan a continuar sus estudios en la Universidad de Oviedo ayudó a que la comunicación fuera fluida y eficaz.

Intentar responder a las necesidades que nos planteaban los movimientos de liberación centroamericanos era todo un reto. Desde la Nicaragua liberada se nos pedía apoyo para la campaña de alfabetización que se puso en marcha de forma inmediata al triunfo sandinista; desde El Salvador era apoyo político al movimiento insurreccional popular que se extiende desde mayo hasta octubre de 1979, que culmina con un golpe de estado; en Madrid la guerrilla de Guatemala se nos presentó al movimiento de solidaridad con su propia agenda y necesidades. Cuando en enero de 1980 el ejército de Guatemala prenda fuego a la Embajada española para acabar con la protesta de los campesinos encerrados en sus instalaciones, fuimos conscientes de la saña y salvajismo con la se reprimía en ese país. Con estos datos, el Comité de Nicaragua pasó pronto a denominarse Comité de Solidaridad con Centro-América (CSCA), antecedente de lo que años después se convertirá en Interpueblos, cuya trayectoria llega hasta nuestros días. El trabajo desarrollado durante los siguientes treinta años daría fe de ese compromiso. Pero eso ya, es otra historia.