Per visitare l’ossario rivolgersi al guardiano nella casa di fronte. Así recuerdo el cartel que figuraba a la entrada del cementerio de los italianos en el Puerto del Escudo. Seguramente mi primer texto en italiano. Una señal inequívoca de que la guerra había pasado por allí. Excursiones del colegio, alguna parada en los viajes a Burgos…un accidente tremendo de familiares de los allí enterrados que visitaban el cementerio en los años 70…
En agosto de 1937 la toma de Santander fue descrita en la prensa italiana como una gran batalla, una de las más sangrientas de la guerra, con una victoria igualmente grandiosa del Cuerpo de tropas voluntarias que el Duce había enviado en socorro de Franco. Hasta doce generales fascistas se nombran como participantes con sus unidades respectivas. El periodista Indro Montanelli, cayó en desgracia solo por poner alguna sordina a aquella magna batalla y mayor victoria. Publicó su crónica en Il Messaggero definiéndola como un paseo con un único enemigo: El calor.
La zona republicana del Cantábrico, después de la pérdida de Bilbao el 19 de junio, empezaba a dar señales de agotamiento. El gráfico revela que la ofensiva principal del ejército rebelde llegó del sur, y tuvo que atravesar el difícil territorio de la cordillera y romper la resistencia de un baluarte republicano como Reinosa, donde además se fabricaban armas de calidad y en cantidad importante para el ejército gubernamental. La acumulación de tropas rebeldes y el empleo del material más moderno, alemán e italiano, el castigo previo de la artillería y la aviación, ablandan las posiciones republicanas. Quizá sería más justo hablar de una batalla de Reinosa.
Todavía no hay una explicación unánime para la lentitud del avance de las columnas franquistas por la costa. Valmaseda/ Balmaseda es ocupada el día de San Pedro, al día siguiente los franquistas divisan la costa cercana a Castro. La ofensiva republicana en Brunete retrasa algunas semanas la campaña del norte que no se reinicia hasta el 14 de agosto. En las memorias políticas y de guerra del presidente Azaña se da cuenta de cómo tanto Prieto como Negrín o el propio presidente, interpretan la maniobra del lehendakari Aguirre como una traición a la causa republicana, lo que no obsta para que demande con urgencia 100 millones de pesetas después de la rendición de Santoña, manteniendo que lo que quería era llevar el ejército vasco a combatir en el frente de Aragón.
Desde el día 21, las unidades vascas que no se encontraban en la zona oriental de Cantabria fueron abandonando sus posiciones, lo que debilitó alguna de ellas y precipitó la llegada a las proximidades de la costa de las tropas de Franco al oeste de Torrelavega. Las negociaciones del gobierno autónomo vasco con los representantes de Mussolini parecían llegar a un final positivo para sus intereses. Hay un hecho y es la práctica ausencia de combates en la zona que se puedan comparar ni lejanamente con lo que ocurre en el frente sur, donde en los primeros días de la ofensiva también hubo unidades vascas.
“Para nadie era un secreto el afán de los dirigentes peneuvistas, tras la caída de Vizcaya, por conseguir una rendición con los italianos que les librara de continuar luchando por una causa en la que no creían (…) Aunque secretas, las noticias de estas negociaciones llegaron a conocimiento de los dirigentes santanderinos. Entre ellos existía la opinión generalizada de que cuando llegase la hora de la ofensiva franquista, los vascos no lucharían porque anteriormente habrían conseguido, bien por vía evacuación, bien por negociación con los italianos, su salida de Santander” (Solla, M. A.: La republica sitiada. Trece meses de guerra civil en Cantabria (julio 1936-agosto 1937). Universidad de Cantabria. Santander, 2010. Pág. 346
El denominado Pacto de Santoña ha arrojado una sombra duradera en las relaciones con nuestros vecinos orientales. Existe un antivasquismo de derechas similar al de otras regiones, y tiene relación con acontecimientos más recientes, como la reinstauración foral o la violencia etarra. Pero en Cantabria hubo un antivasquismo de izquierdas. Escuché de varias voces en mi niñez y juventud la queja por la traición a la causa republicana del nacionalismo vasco.
Me resulta difícil escribir sobre el tema, se cruza con mi propia historia familiar. Un hermano de mi padre combatió en el sector de Durango en la defensa del cinturón de hierro. El tío Juan José dio la imagen del perdedor nato. Perdió la guerra, se quedó soltero y bebía mucho… Mi suegro estaba con los gudaris. Acabó en El Dueso y después en el Puerto de Santa María. Demetrio, republicano de Cuenca, abuelo de buenos amigos de mi hijo, fue herido en el frente de Bilbao y convaleció durante semanas en Valdecilla… las madres, sobre todo eran mujeres las que se atrevían a hablar, de varios amigos comentaban en voz baja esos hechos cuando a principios de los 70 sectores de la izquierda española sufrieron alguna fascinación por ETA…Nunca me arrepentiré lo suficiente por no haber grabado a mi vecina Avelina, la madre de Mariano.
Avelina era la hermana de Maruja y vivía en París. Mariano, su hijo, vivía con la tía Maruja e iba aquí al colegio. Cuando tuvo edad de trabajar se fue a París con su madre. Tardé mucho en saber quien era el padre de Mariano y la aventura que ambos, Avelina y Mariano padre, habrían vivido entre mediados del 37 y el 45. Hay novelas basadas en mucho menos. Lo que nunca acabé de creer, en la narración de Avelina, que ya no distinguía su salida de Santander con la que dos meses más tarde tuvo que hacer desde Gijón, era el asunto del submarino.
Años más tarde supe que era verosímil su historia personal, como ayudante de los altos mandos de la República en Santander. Y que el submarino republicano C-2 salió de este puerto el día 24 con aquellas personalidades… y con Avelina que les cocinaba y planchaba la ropa. En las horas previas a la llegada de los rebeldes a la capital, los republicanos de la misma sufren lo indecible tratando de encontrar un hueco en los barcos, de cualquier tamaño, que zarpan hacia Francia o hacia Asturias. Ya se había vivido algo similar en Málaga en febrero o en Bilbao en junio y se repetiría en octubre en Gijón y Avilés y en los últimos días de marzo del 39 en muchos puertos del Mediterráneo. José Ramón Saiz Viadero, en sus Crónicas sobre la Guerra Civil en Santander, habla de “un espectáculo que ha sido calificado de dantesco por parte de testigos y observadores de ambos bandos”
Los italianos cifraron en 424 sus víctimas mortales en la ofensiva sobre Santander a los que habría que añadir unos 1.600 heridos. Pese a la afirmación de Montanelli “En una batalla, digo, al menos debe de haber un muerto. Pues bien, no había ningún muerto italiano en Santander” Si la referencia del escritor italiano es al conjunto de la provincia, entonces denominada con el nombre de la capital, la falsedad es evidente.
Las cifras españolas son superiores. Se podría estimar que en el bando rebelde se produjeron cifras similares a las de los italianos. Para el republicano, lo confirma Miguel Ángel Solla, no existe una aproximación a las bajas sufridas. Pero a las ocurridas en combate hay que añadir las ejecuciones de los días siguientes y solo en la capital se estima una cifra de 18.000 prisioneros… La batalla de Santander no fue la más sangrienta de la guerra pero tampoco fue un paseo. Un carro semi oruga de la compañía nueve, de los que desfilaron en la liberación de París siete años más tarde, llevaba el nombre de Santander, junto a los de Gernika, Teruel, Brunete, …
En el Cuaderno de la Pobleta, de sus Memorias políticas y de guerra, el presidente Azaña tiene varios apuntes referidos a la batalla de Santander. El 15 de agosto escribe: “En los partes de Santander que me comunican esta mañana, primeros ataques de la nueva ofensiva del enemigo. Ruptura de nuestras líneas en dos sitios… Esto se oculta en lo que publican los periódicos. No sé con cuánta utilidad. (Hace pocos días íbamos a tomar la ofensiva en el norte, y, acaso, a reconquistar Bilbao. Cierto que tuve que aguantarme para no decir lo que se me ocurrió al oírlo. Así llevo un año ¿A cómo van las cabezas claras?)” y el día 23, tras encontrarse la víspera con Negrín, “Lo de Santander va cada día peor y en fin de cuentas lo da por perdido”
También hablan de la ofensiva sobre Zaragoza que dará lugar a la batalla de Belchite, que acabaría retrasando la campaña franquista del norte. El día 24 escribe “Esta mañana me ha enviado Prieto la copia de unos telegramas sobre lo sucedido en Santoña con algunas tropas vascas, insubordinadas, que han dado un golpe de fuerza en aquella población y pretendían embarcarse en unos vapores ingleses.” A continuación hace una reflexión que revela la profunda desconfianza del presidente de la República en la lealtad del gobierno vasco y menciona un telegrama del lehendakari Aguirre que decía: “Prohibiéndoles la salida, las tropas vascas se pondrán en contra de la República”.
El día 26: “Se está consumando en Santander lo que era fácilmente previsible (…) los atacantes han cortado la comunicación con Asturias (…) Naturalmente, lo primero que han hecho en tal situación los directores del cotarro asturiano, es constituirse en “gobierno soberano”. O sea, rebelarse contra el Gobierno por las buenas. Digo “naturalmente” porque la reacción espontánea de cada cual, ante las dificultades, consiste en erigirse en “mandamás”.
De hecho, la zona republicana del Cantábrico, desde el principio de la guerra había sido un conjunto de tres taifas con relaciones internas complicadas. La campaña de la primavera-verano del 37 agudiza de manera notable todas esas contradicciones. Las memorias del presidente acusan un vacío sobre el final de esa campaña aunque el 21 de octubre Prieto le informa de que la quinta columna se ha apoderado de Gijón antes de la llegada de las unidades militares y que El Musel es un caos…