En el verano de 1936, el golpe de estado del 17 de julio, propiciado mayoritariamente por una serie militares africanistas descontentos, supuso, ante la resistencia del gobierno republicano legalmente constituido y de las clases populares que lo apoyaron, el comienzo de una guerra civil que habría de durar casi tres años.
Si algo caracterizó aquellos momentos iniciales, aquella rapidísima sucesión de acontecimientos funestos, fue la confusión. Si habitualmente los medios de comunicación no destacaban por su ligereza, con el comienzo de las hostilidades, abocadas las noticias a las censuras propias de cada bando, la toma de decisiones, no solo para los protagonistas de las facciones contendientes sino también las individuales de cada uno de los pobladores de un país que de la noche a la mañana se despertó en guerra, estuvo habitada por el desorden, la turbulencia y la duda.
Si nos atenemos a lo narrado por los historiadores Jesús Gutiérrez Flores y Miguel Ángel Solla en diversas publicaciones, los sucesos que ocurrieron en Reinosa alrededor de la fecha señalada, al comienzo y en las semanas posteriores, conducen inequívocamente a la constatación del clima de desconcierto que se impuso en todo el país.
Tras la victoria del Frente Popular en 1936 había sido nombrado alcalde de Reinosa el socialista Isaías Fernández Bueras, el cual ya disponía de un amplio historial como edil del municipio.
Fernández Bueras había nacido en 1891 en Moscas del Páramo (León) y se había trasladado a Reinosa desde la localidad de La Bañeza en 1922 para desempeñar trabajo de ajustador en La Naval. Estaba afiliado a la UGT. Obtuvo acta de concejal por el PSOE en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 y posteriormente fue nombrado alcalde. Sin embargo, en abril de 1933 fue destituido de su cargo por el gobernador civil de Santander a consecuencia del acoso y tiroteo que había sufrido el Hotel Universal de Reinosa en fechas anteriores, con motivo de una reunión política de orientación derechista presidida por el Diputado de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) por Santander Pedro Sainz Rodríguez, según destaca el diario ABC en su edición del 4 de abril de 1933. Lo que también señala el periódico es que, en el caos reinante, no se llegó a conocer a ciencia cierta la identidad de los causantes de los disparos y las heridas que se ocasionaron a algunos de los asistentes a la concentración conservadora en el recinto hotelero.
Pedro Sainz Rodríguez en 1936 tendría una importante participación en las intrigas que dentro de la provincia llevarían al frustrado intento de rebelión.

Primera corporación municipal de la II República en Reinosa. Ilustración tomada de Jesús Gutiérrez Flores (2000): ‘Guerra Civil en una comarca de Cantabria: Campoo. Análisis de la represión republicana y de la represión franquista’. Ediciones Tantín

No obstante, el alcalde cesado, Isaías Fernández Bueras, fue posteriormente reelegido concejal en las elecciones municipales del 23 de abril de 1933 y nuevamente destituido tras la Revolución de Octubre de 1934.
En el verano de 1936, como ya hemos referido, cuando se desatan los truenos de la guerra civil, Fernández Bueras estaba otra vez al frente del consistorio campurriano.
Reinosa, tras triunfar el golpe de estado militar en las provincias limítrofes de Burgos y Palencia, quedará en los siguientes meses en la cercanía de la línea del frente, lo que dio en llamarse el Frente Norte, que abarcaba por Burgos desde el Puerto de las Estacas de Trueba hasta el Puerto del Escudo, a unos 30 kilómetros, y por Palencia una línea discontinua que pasaba por Peña Labra y el Pico Tres Mares y avanzaba por los montes de Terena y Terenilla, sobre las localidades palentinas de Orbó y Vallejo, cercanas a la población minera de Barruelo de Santullán.
En Reinosa, como en otras localidades controladas por el Frente Popular, se formaron con cierta inmediatez, ante la incertidumbre del momento y la previsible cercanía del enemigo, Comités de Defensa de la República auspiciados por los sindicatos o por el propio ayuntamiento. Los milicianos comenzaron a hacerse cargo de la requisa de armas y organizaron la protección de edificios y líneas de comunicación, así como de la detención de sospechosos de estar implicados en la rebelión.
A partir de este momento los acontecimientos se aceleran y todo parece envolverse en una suerte de paroxismo que no deja lugar a templanzas.
Nos permitimos por ello un relato cronológico, para mejor comprensión, siguiendo la exhaustiva descripción de los hechos acaecidos que Jesús Gutiérrez Flores realiza en su libro “Guerra Civil en una comarca de Cantabria: Campoo”, editado por el Comité Organizador del Festival Cabuérniga – Música de los Pueblos del Norte en el año 2000.
-Día 17 de julio de 1936. Ante las primeras noticias de que se está produciendo una rebelión militar en contra de la República, la Guardia Civil recibe la orden gubernativa de acuartelarse y mantenerse alerta en las cabeceras de comarca con el objeto de prevenir cualquier tipo de desorden.
Desde el Ayuntamiento de Reinosa el acuartelamiento comienza a recibir avisos telefónicos, que se extenderán hasta el día 21, para que los mandos de la Guardia Civil procedan a la entrega de armas al Comité de Defensa de la República.
-Día 18 de julio de 1936. El coche en el que viaja desde Burgos a Torrelavega el falangista Luis Martín Alonso, junto con dos acompañantes, para ponerse al frente de la sublevación en esa localidad es tiroteado por milicianos a su paso por Reinosa. Martín Alonso queda herido y muere horas después en Pesquera.
-Día 19 de julio de 1936. Una tropa de milicianos intenta volar el puente sobre el río Ebro a su paso por Quintanilla-Escalada con la intención de impedir que pueda servir de acceso a una invasión rebelde desde la vecina provincia de Burgos.
-Día 20 de julio de 1936. Se produce un ataque con camiones blindados por parte de los milicianos de la comarca campurriana contra la localidad de Aguilar de Campoo, distante unos 35 kilómetros, que estaba en poder de los sublevados. Dicho ataque ocasiona varios muertos entre las filas leales y no consigue su objetivo, lo cual hace que una ingente cantidad de mineros del área de Barruelo de Santullán, que estaban aguardando el auxilio republicano, opten en los siguientes días por cruzar con sus familias a través del monte hacia Reinosa.
-Día 21 de julio de 1936. Se declara la Huelga General en defensa de la República.
La Guardia Civil recibe la orden de ir hacia Corconte y Pozazal en previsión de que lleguen columnas de sublevados desde Burgos y Palencia. Trece guardias marchan a Corconte y cuatro a Pozazal acompañados de sendas partidas de milicianos.
Cuatro guardias civiles son destacados en el Ayuntamiento para su protección. El delegado gubernativo considera que es un número insuficiente y exige refuerzos, por lo que unas horas más tarde acude al Consistorio el propio teniente, Gerardo García Fernández, originario de El Bierzo, con 14 efectivos más hasta conformar una fuerza de 19 guardias.
Mientras tanto, los guardias civiles que se han desplazado a Corconte, al llegar a destino, vuelven sus armas contra los milicianos que les acompañan y se pasan al enemigo. Esta noticia llega a Reinosa, contribuyendo a aumentar, si cabe, la desconfianza en las filas republicanas hacia la Benemérita.
En la misma localidad, en el Balneario, se encuentra alojado el capitán Justo Sanjurjo, hijo del General Sanjurjo, que el día anterior había fallecido en accidente de aviación cuando despegaba de la ciudad de Cascais, en Portugal, donde se encontraba exiliado, para ponerse al frente de la rebelión militar.
No está muy claro, puesto que hay diferentes versiones, si el capitán Sanjurjo estaba en Corconte veraneando, o bien su presencia allí obedecía a los planes de los militares rebeldes para que comandara la asonada en la zona. En cualquier caso lo que sí es cierto es que una partida de milicianos republicanos lo tomó prisionero, obligándole a dirigirse hacia Reinosa en su propio automóvil, vigilado por un par de hombres armados. En el trayecto, el militar, se supone que con la intención de huir, realizó una maniobra peligrosa que ocasionó que el vehículo volcara. Solamente el militar acabó malherido.
Pese a que solicitó encarecidamente que se le trasladara a Santander, los milicianos lo llevaron al hospital de Reinosa, quedando su esposa alojada en un hotel de la localidad.
Los cuatro guardias civiles que se habían desplazado a Pozazal, ante las noticias que llegaban de Corconte, fueron desarmados y tomados como prisioneros.
En el Ayuntamiento de Reinosa, el teniente Gerardo García Fernández, mientras tanto, es conducido al despacho del alcalde, que se encontraba acompañado por un militante de la CNT llamado Benito Mesones del que no hay noticia acerca de las razones de su presencia en esta reunión. El resto de los guardias quedan formados en los pasillos acompañados de milicianos. Al no haber otros testigos se desconoce lo que allí hablaron, aunque no sería peregrino pensar que el objeto de la discusión fuera la entrega de las armas que habían sido reclamadas por el alcalde desde varios días antes. En mitad de la discusión el mando de la guardia civil dispara contra el alcalde Isaías Fernández Bueras y contra Benito Mesones, matando a ambos.
Es de suponer que los instantes siguientes son de enorme alboroto y confusión en medio de la cual los milicianos allí concentrados disparan contra los guardias acabando con la vida del teniente y dieciséis guardias. Otros dos consiguen escapar por las ventanas de la parte trasera del edificio municipal, pero son perseguidos y abatidos en las calles de Reinosa.
La censura que regía en los medios de comunicación y la idea de transmitir normalidad y no generar alarma entre la población fue la causa de que ningún periódico diera cuenta de estos sucesos. En el diario El Cantábrico del 23 de julio se reseñaba únicamente que una compañía de Santoña había salido “hacia Reinosa en dos camiones con cuatro ametralladoras… para contener cualquier intento de invasión de los rebeldes, que aún resisten en Burgos, a pesar de que nuestros servicios avanzados de información notifican que no existen acosos”. Al día siguiente el mismo medio titulaba a toda plana “Se organiza una columna armada que llega hasta Reinosa, donde es recibida triunfalmente por el pueblo”. Dicha columna había partido la jornada anterior por la mañana desde Santander y regresado esa misma noche. Por último, en la página cuatro se aseguraba que, además de una sección de ametralladores procedente de Santoña, que ya estaba en Reinosa, se enviarían ese mismo día “cuarenta guardias de Asalto y 21 aprendices de Marina”.
Tras los sucesos ocurridos en el Ayuntamiento, la multitud rodea el cuartel donde está acantonado el resto de la guarnición que, ante la superioridad numérica, se rinde sin resistencia.
-6 de agosto de 1936. El capitán Justo Sanjurjo es asesinado por incontrolados en la habitación del hospital donde convalece.
-16 de agosto de 1937. Las tropas franquistas, que tenían como objetivos primordiales el nudo ferroviario de Mataporquera y la fábrica de La Naval, ocupan Reinosa en su avance hacia Santander.

La fotografía que documenta esta crónica corresponde al monumento funerario enclavado en el cementerio viejo de Reinosa que recuerda a los 19 guardias civiles muertos en aquellos sombríos días.
Sin embargo, muestra fehaciente del trato dispar a la memoria que ha sido moneda corriente en este país, no nos ha sido posible hasta el momento localizar los sepulcros del alcalde asesinado, Isaías Fernández Bueras, ni de su acompañante, Benito Mesones.
Además, en el mismo recinto, olvidada, desconocida y a falta de dignificación, se encuentra la fosa común en la que yacen los fusilados por la enorme represión que a partir del año siguiente acompañó la entrada en la comarca campurriana del ejército sublevado.

Foto del interior del Cementerio de San Esteban en Reinosa. En los meses siguientes a la caída de Reinosa en manos franquistas, los republicanos fusilados fueron enterrados en una fosa común junto al muro exterior oeste del cementerio, que quedaría incluida dentro del cementerio cuando este fue ampliado hacia 1960. | DESMEMORIADOS