Los trazos de la pegatina son sencillos. Un camino se dibuja en perspectiva hacia el horizonte sobre el que el sol aparece (o desaparece) semioculto. En ese camino una figura se desplaza siguiendo un indicador a Santander. A su izquierda se perfila una multitud que se congrega ante una leyenda del Festival de los Pueblos de Europa. Sobre esta imagen aparecen dos referencias: Semana de Solidaridad de las Universidades Europeas con la Universidad Española y el lugar y fecha del acontecimiento: Santander, 9-15 de agosto de 1976. Bajo toda la composición se explicita la entidad organizadora: Junta Promotora del SDEU.

Así pues, los ítem básicos qué, quién, cuándo y dónde quedarían cubiertos.  Y, sin embargo, el recuerdo general es muy impreciso o, en la práctica totalidad de los casos, inexistente, por lo que la consulta de la hemeroteca se hace imprescindible. Comprobamos de esta manera que el tema tuvo notable seguimiento en la prensa de Cantabria en el verano de 1976, así como repercusión en medios nacionales (El País,  ABC -valga la redundancia-, La Vanguardia, Triunfo…). Lo que sucedió tiene al final una explicación elemental: ni la Semana de Solidaridad ni el Festival de los Pueblos llegaron a celebrarse, al menos en Santander. Lo que queda detrás de todo este humo es una historia que merece ser conocida. Lo que a continuación sigue es una breve explicación del cómo y el por qué.

El nueve de mayo de 1976, algo menos de medio año después de la muerte de Franco, tuvo lugar en el campus de Cantoblanco de la Universidad Autónoma de Madrid, el “Festival de los Pueblos Ibéricos”, recital de música en el que durante más de ocho horas actuaron ante 50.000 jóvenes cerca de una veintena de cantautores y grupos folk comprometidos políticamente con el cambio político (Raimón, Labordeta, Luis Pastor, Pablo Guerrero, Víctor Manuel, Pi de la Serra, Fausto y Vitorino, La Bullonera, La Fanega, etc.). La autorización de este acontecimiento constituyó para muchos una sorpresa. El gran éxito de esta jornada, que ha sido calificada como el Woodstock madrileño, supuso una muestra pacífica del deseo de libertad, amnistía y democracia del momento así como una pequeña grieta aperturista del postfranquismo.

Todo esto llevó pronto a aumentar la apuesta: organizar un festival internacional en el marco de una semana en la que participaran figuras de la intelectualidad europea en numerosos actos. No había que dejar pasar mucho tiempo y el lugar debía reunir cierta infraestructura universitaria y de veraneo. Agosto y Santander.

La organización corría a cargo del Sindicato Democrático de Estudiantes Universitarios (SDEU), entonces de orientación política próxima a partidos todavía no legalizados como el Partido del Trabajo de España, la Organización Revolucionaria de Trabajadores y el Movimiento Comunista. La aspiración era congregar a más de cien mil personas a lo largo de siete días en los que las líneas conductoras fueran la cultura, la convivencia y el espectáculo. Para ello se invitó inicialmente a Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Louis Althusser, Pierre Vilar, Otelo Saraiva de Carvalho, Gabriel Celaya, Buero Vallejo, Lidia Falcón, Tierno Galván , Aranguren, etc. (Sartre por razones de salud y Saraiva de Carvalho, de agenda, parece que disculparon su asistencia y se comprometieron a enviar algún tipo de comunicación). Para el festival se hablaba de Joan Baez, Pete Seeger, Judy Collins, además de los grupos folk y cantautores que ya habían actuado en el recital de la Autónoma. Tanto es así que en la prensa regional se llegó a comparar el acontecimiento con el festival de Woodstock o los de la isla de Wight. El lugar elegido era el comprendido entre el Puente del Diablo y el faro de Cabo Mayor. El presupuesto rondaba el millón de pesetas y se pretendía la instalación de un camping temporal

La primera mención pública del proyecto apareció en la Hoja del Lunes del 31 de mayo, pero hubo que esperar hasta el mes de julio para que las noticias adquirieran un ritmo más vivo. Pronto quedaría claro que las ilusiones de los organizadores iban a chocar con las autoridades. Estas adujeron fundamentalmente razones técnicas, de logística y de legalidad para prohibir, primeramente con carácter previo, dentro de lo que pudiera ser un ejercicio de procedimiento administrativo surrealista y, posteriormente, tras presentar la organización la pertinente solicitud de permiso, oficialmente.

La tardanza con la que la Junta Promotora del SDEU presentó la instancia, el 26 de julio, tan sólo 20 días antes del comienzo de la semana, muestra que, además de las grandes dificultades que una organización de esta magnitud presentaba, eran plenamente conscientes de que si había alguna posibilidad real de celebrar la Semana y el Festival, esta pasaba por la vía de los hechos consumados, de generar unas expectativas e ilusión que dificultarán la negativa, puesto que la naturaleza de los actos era políticamente inasumible para unas autoridades cuya conversión a la democracia estaba aún pendiente.

La mera puesta en marcha constituía un elemento de presión al poder, al tiempo que se fomentaba el activismo y la agitación democrática. En estos casos la negativa, que era una opción más que plausible, solía preceder a movilizaciones de protesta.

En este punto, los organizadores recabaron el apoyo de las Juntas Directivas de la Asociaciones de Vecinos y de la Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria (ADIC), además de otras organizaciones legales, intelectuales, artistas y autoridades universitarias de todo el estado e incluso los jugadores del Racing, junto con el respaldo de miles de firmas. Al otro lado se significó el conglomerado de la ultraderecha regional, especialmente activa en los años de la transición, que incluso llegó a pagar la inserción de algún anuncio en la prensa cántabra.

Tras la desautorización oficial, la comisión organizadora perseveró en su empeño (el permiso del Festival de la Autónoma se concedió el día anterior al concierto). De hecho la prensa del 3 de agosto informaba que habían comenzado a llegar a Santander “grupos de jóvenes de distintas procedencias” y que la Policía Armada había disuelto el intento de acondicionar los terrenos de la zona del faro de Cabo Mayor y patrullaba por el lugar “a lo largo de la jornada”.

El rastro de esta iniciativa se pierde después de que se ofreciera a la ciudad de Lisboa el traslado de los actos previstos para su celebración a finales de septiembre. No sabemos si llegó a tener lugar, pero contaba con el apoyo inicial del Ministerio portugués de Educación Social y la Secretaría de Estado de la Cultura, según publicó ABC.

Para terminar citaremos lo que entre la ironía y el absurdo escribió Francisco Umbral el 4 de agosto de 1976 en su Tribuna de El País:

“…Además, la culpa la tiene el alcalde de Santander, porque a mí donde me gustaría ir es al Festival de los Pueblos Europeos.

Aquí es que no se aclaran, como siempre. La pluralidad de jurisdicciones. Unos hablan del turismo de calidad y otros prohíben el paso a Sartre y Althusser.

-Será por rojos.”