En el verano de 1937 las tropas republicanas lanzan una ofensiva para recuperar Zaragoza, pero antes necesitan reducir focos de resistencia rebelde como Belchite, localidad cercana a la capital aragonesa. Para no frenar el avance sobre Zaragoza, se decidió asaltar el pueblo, lo que finalmente se consigue tras violentos combates y la destrucción casi total de la villa. El régimen franquista dejará la ciudad destruida como elemento propagandístico de la destrucción provocada por el bando gubernamental y construirá Belchite nuevo al lado del antiguo, con el trabajo forzado de prisioneros republicanos.