Felipe González Bello. Militancia, reflexión, trabajo (25-10-2017)

Para Felipe González Bello (Maliaño, 1956), siempre merece la pena militar. En su caso no cabe duda, pues conoció a la mayor parte de su círculo de afectos militando. Conserva buena amistad con gente a la que conoció en su juventud; personas con inquietudes, capacidades y muy valiosas que siguen trabajando por mejorar la sociedad desde distintos ámbitos y posiciones.

En su etapa de estudiante se movilizó contra la selectividad. Ya en la Escuela de Magisterio, donde impartía clase Isabel Tejerina, empezó a militar en la Joven Guardia Roja, organización juvenil del Partido del Trabajo de España (PTE), de ideología maoísta. La lucha por las libertades es el componente que más caracterizó esta primera etapa de militancia política. Así, no ha cumplido aún los veinte años cuando, como presidente de la Junta Promotora del Sindicato Democrático de Estudiantes Universitarios en Cantabria, se encuentra en medio de la que fue una de las noticias del verano de 1976 en España: la organización en Santander de la Semana de Solidaridad de las Universidades Europeas con la Universidad Española y el Festival de los Pueblos Europeos (ver Documento del mes de agosto de 2016, Cuéntame… lo que no paso), inspirados en el éxito de convocatoria del Festival de los Pueblos Ibéricos (que algunos han llamado el Woodstock antifranquista) celebrado ese mes de mayo en el Campus de la Universidad Autónoma en Cantoblanco (Madrid). Aunque contaban con una gran voluntad de hacer cosas y un tremendo apoyo social nacional e internacional, no se daban las condiciones políticas para su autorización, imponiéndose la prohibición gubernativa. Confiesa que la empresa era de tal magnitud que tampoco hubieran tenido capacidad para su adecuada organización. Siendo, este su momento de mayor gloria mediática: noticia en portada de El País e Interviú, entre otros, en una rueda de prensa masiva en Madrid a la que acudieron medios de comunicación de todo el mundo, incluso el diario Pravda.

Tuvo que realizar el servicio militar tras serle denegada la prórroga por constarle detenciones políticas, lo que interrumpió sus estudios universitarios. En ese momento, entre 1977 y 1979, el PTE le encargó a él y otros compañeros la creación de un sindicato de soldados en el ejército, tarea más voluntarista que razonable.

En 1979, las direcciones del PTE y la Organización Revolucionaria de Trabajadores, también maoísta, decidieron unificarse, lo que dio lugar al Partido de los Trabajadores de España. Su existencia fue muy breve, cesando su actividad un año después como resultado, entre otros factores, de la falta de conexión de las bases o, para que se entienda, del sectarismo, cualidad que parece caracterizar a la izquierda española.

A la vuelta de la mili decidió buscar trabajo y consiguió una plaza en el Hospital Psiquiátrico de Parayas, esta decisión cambió su vida en gran medida, pues entró en contacto con el mundo, de los enfermos mentales, que es un gran desconocido para la sociedad. Se afilió a la Unión General de Trabajadores (UGT), sindicato en el que estuvo ocho años en la ejecutiva; más tarde presidió el Comité de Empresa del Gobierno de Cantabria. Aquí se encuentra el otro gran ámbito de su militancia: la defensa de los derechos de los trabajadores y la apuesta por la unidad de acción sindical como medio.

En política, a finales del siglo XX y principios del XXI militó en Izquierda Unida y el PSOE, pero siempre en posturas críticas con la línea oficial de ambos partidos. Cree muy necesaria la renovación sindical y política, pero la situación actual de precariedad laboral la dificulta. En la actualidad compatibiliza su jubilación parcial con la función de mediador por la parte social en el ORECLA, Organismo de Resolución Extrajudicial de Conflictos Laborales.

A modo de balance expresó que, como otras gentes, siempre peleó por lo que creía era la libertad. Por lo colectivo, nunca por lo individual. Nadie podrá decir que a cambio de un puesto ha renunciado a otras cosas. Ha tenido una trayectoria, modesta en su opinión, de la que se siente satisfecho, aunque, por supuesto, siempre cambiaría cosas. Enfatiza que si hay algo que le repugna especialmente en la política es la corrupción, y más aún en la izquierda.

Finalmente reflexiona sobre el cuestionamiento presente de la transición española a la democracia en un sector de la izquierda: la dicotomía en aquellos tiempos era reforma o ruptura. La izquierda radical planteaba la ruptura. La reforma era un franquismo descafeinado y la ruptura terminaba con eso y empezaba algo nuevo. Pero la correlación de fuerzas era la que era y no hubo capacidad de plantear con éxito la reivindicación. Al final salió adelante la reforma. Ahora hay visiones de la transición muy negativas, y aunque todo el mundo tiene derecho a tener su punto de vista, no se pueden dejar de lado cuáles eran las circunstancias del momento.

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Publicado el

25 de octubre de 2017