La periodización más aceptada del movimiento feminista centra en los años sesenta del siglo XX la aparición de la llamada segunda ola a escala internacional (tras la primera, que se remonta al siglo XIX). En España, esta segunda etapa eclosiona en plena Transición, en un momento en que la sociedad trataba de despertar de la pesadilla de la dictadura franquista y en el que las organizaciones políticas que habían trabajado en la clandestinidad soñaban con que era la ocasión de romper las estructuras de la dictadura. Según Vicenta Verdugo, esta ola aparecía con un marcado carácter político de lucha por la democracia e interrelacionada con las distintas culturas políticas antifranquistas. Pero también el proceso político de la transición tuvo una influencia directa en cuanto a la presencia de nuevas organizaciones feministas y nuevos discursos (1).
Al igual que otros movimientos políticos y sociales, que fueron muy activos tras la muerte de Franco y que desaparecieron fruto del consenso político y la desmovilización social, la Asociación Democrática de la Mujer (ADM) constituyó en aquella coyuntura una organización, vista desde el presente, de gran interés que, sin embargo, ha dejado muy poca huella en la memoria colectiva, incluso entre las militantes feministas. Este texto pretende recordar y reconocer la tarea promovida por un colectivo de mujeres comprometidas en una iniciativa de transformación social.
Todavía en los setenta permanecían los estereotipos sobre la mujer sumisa que la doctrina del nacionalcatolicismo inculcó tras la Guerra Civil. Además, las leyes del régimen franquista habían condenado a la mujer a una minoría de edad, a someterse dentro del matrimonio a la tutela del marido, teniendo, por ejemplo, que adoptar la residencia y nacionalidad de éste y a otorgarle la administración de los bienes conyugales. El Fuero del Trabajo, aprobado en 1938, se había propuesto liberar a la mujer casada del taller y la fábrica. Era aceptable que trabajaran mientras encontraban su media naranja para contribuir a mantener el hogar, pero no para independizarse económicamente, ya que eso conllevaría su emancipación social y el abandono de sus auténticos y vitales objetivos [que] son la maternidad y el hogar (2). El término feminismo fue utilizado entonces para denostar la actitud de las mujeres que pretendían conseguir su emancipación.
1975 fue proclamado Año Internacional de la Mujer por la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas. El gobierno de Franco, en un intento de modernizar su imagen, encargó a la Sección Femenina de Falange organizar los actos que deberían celebrarse en España que, si bien pasaron totalmente desapercibidos para la población, provocaron que las asociaciones feministas elaboraran un Programa manifiesto alternativo, en el que se recogía la situación real de las mujeres españolas y enviaron una delegación al Congreso Mundial de la Mujer, celebrado en Berlín en octubre de ese año, para defender el documento.
Con esta experiencia y con el dictador ya en la tumba, se convocó en Madrid la I Jornada de la Liberación de la Mujer, en diciembre de 1975, con carácter estatal; y, seis meses después, en Barcelona, las Jornades Catalanes de la Dona, que supusieron un gran revulsivo para el movimiento feminista, impulsando la creación de nuevas organizaciones.
Las circunstancias políticas del momento marcaron la agenda de las feministas, que tuvieron que compaginar diversas reivindicaciones, propugnando, de entrada, un marco jurídico que reconociera la igualdad ante la ley de hombres y mujeres, en un momento en el que se estaba redactando la Constitución, con la construcción de un marco social que permitiera ejercer tales derechos. Como afirma Mercedes Agustín: Entre 1976 y 1978 las feministas actuaron como un bloque unitario en torno a unas demandas políticas centrales: amnistía para las mujeres, despenalización del adulterio, sexualidad libre, derecho a los anticonceptivos, al aborto. Son años en que el movimiento mantiene una importante presencia activa en la calle, ganando un amplio apoyo social y demostrando su capacidad de iniciativa política.
En este contexto, el Partido del Trabajo de España (PTE) impulsó la formación de una organización feminista con implantación en todo el estado y una estructura federal: se crea así la Asociación Democrática de la Mujer (ADM). Su primera reunión se celebró en el hotel Eurobuilding de Madrid, el 25 de marzo de 1976. Menos de un año después, el 23 de enero de 1977, se constituiría como Federación de Organizaciones Feministas del Estado Español (FOFEE), con la participación de organizaciones de Madrid, Cataluña, Andalucía, Canarias, Euskadi, Castilla y León y Cantabria, que optó por no integrarse en la Plataforma de Organizaciones Feministas.
En Cantabria, a pesar de que las discusiones se iniciaron en enero de 1976, la presentación de los estatutos se retrasó hasta el mes de agosto, debido a los debates internos, que se resolvieron finalmente por no mezclar la lucha feminista con la económica y (…) sindical. Como consecuencia, una parte de la junta directiva dimitió al no secundar la convocatoria de la huelga general de noviembre de ese año. A pesar de haber cumplido con los trámites necesarios, no fue legalizada hasta 6 de febrero de 1978 con el nombre definitivo de Asociación Democrática de la Mujer Concepción Arenal (nombre que se usó para uso administrativo, utilizando ADM de Santander y a partir de 1978 ADM de Cantabria). Hasta este momento el Gobernador Civil había prohibido parte de los actos públicos que organizaron.
Las restricciones del gobernador no impidieron que la asociación tuviera una actividad intensa, fundamentalmente en Santander y Torrelavega, que se desarrolló en tres líneas. La primera se centraba en la reivindicación de derechos básicos tales como la igualdad ante la ley, el derecho a la planificación familiar y al divorcio, acceso a todo tipo de trabajo, coeducación y a una maternidad libre y deseada, que exigía la legalización de los anticonceptivos y la despenalización del aborto. La segunda línea de trabajo se concretó en un activismo de calle: concienciar mediante charlas en los barrios sobre la falta de derechos de la mujer y la necesidad de tener una organización propia. Algunos de los temas tratados fueron el reconocimiento de la patria potestad de sus hijos, el adulterio, gestionar igualitariamente los bienes gananciales, el control de natalidad, y el divorcio. El tercer vector, de naturaleza asistencial, consistió en el asesoramiento a las mujeres en los procesos de separación o de interrupción del embarazo.
Cuando se convocaron las primeras elecciones generales, que tendrían lugar el 15 de junio de 1977, la ADM todavía no había sido legalizada, al igual que otras asociaciones y partidos políticos. Para poder presentarse tuvieron que renunciar a sus siglas y concurrir como agrupaciones electorales. El PTE junto con otros partidos crearon el Frente Democrático de Izquierdas en el que se integraron también las asociaciones que había impulsado, entre ellas la ADM, que veía en la campaña una oportunidad de llevar a la opinión pública su programa mínimo: igualdad ante la ley, una ley del divorcio justa y legalización de los métodos anticonceptivos.
Tras el fracaso electoral y con el inicio de la legislatura, se produjo una intensificación de la actividad. Entre otras iniciativas se unió al Organismo Unitario por la autonomía para Cantabria porque consideraban posible generar avances para la mujer, al igual que lo hizo el Estatuto de autonomía de Cataluña en la II República. Además, lanzaron la campaña por los derechos de la mujer en la Constitución, en coordinación con la Federación (FOFEE). Igualmente, realizaron peticiones al Congreso de los Diputados para que la Ley de Amnistía se extendiera a los delitos específicos de la mujer (adulterio, abandono del hogar, anticonceptivos…).
Junto a este trabajo de reivindicación política, estaban las tareas de información y apoyo a las mujeres que necesitaban abortar en el extranjero, ya que en España estaba penalizado y se tenía que practicar en la clandestinidad, o que pretendían terminar su matrimonio. Pero separarse para la legislación franquista era una suspensión del vínculo matrimonial, que era indisoluble y no era fácil de lograr. Además, suponía buscar un culpable, una larga tramitación, riesgo de perder a los hijos y asumir el estigma social, en un momento en que no existía ninguna regulación que protegiera a las mujeres y a los niños del maltrato y el abuso.
El 10 de febrero de 1978, con los estatutos recién legalizados, se celebró la 1ª Asamblea General de la ADM de Cantabria en el salón de actos de la Escuela de Magisterio; fue el paso previo para preparar el primer congreso de la Federación de Organizaciones Feministas del Estado Español, que tuvo lugar en Madrid los días 27 y 28 de mayo. Sin solución de continuidad organizaron el primer 8 de marzo en Santander y Torrelavega con la instalación de sendas mesas informativas. En la capital abrieron sede, primero en la calle Santa Lucía 27 y, posteriormente, en la calle Peñas Redondas 15, donde instalaron una asesoría jurídica con la colaboración del abogado Martínez de la Pedraja para aconsejar a las mujeres en todo el proceso de separación. En el mes de octubre se desarrolló un ciclo de cine feminista que tuvo un gran éxito de asistencia, lo que facilitó llegar a un nuevo público y sanear las cuentas de la asociación.
Tras la legalización aumentó su presencia en la calle: manifestaciones en los juzgados en apoyo a mujeres que se encontraban en procesos de separación con particularidades especialmente llamativas y movilizaciones como la llevada a cabo en solidaridad con las 11 mujeres bilbaínas procesadas por abortar, caso que supuso la apertura del debate en la opinión pública.
La institucionalización de la política y la instalación de la cultura del consenso y del pacto, tuvo como consecuencia la pérdida de protagonismo de la movilización en la calle y el alejamiento de los partidos de las demandas de la sociedad civil. A partir de 1978 la palabra desencanto fue muy usual para definir el clima político del país. En el seno del movimiento feminista, además, existía un fuerte debate en torno a la doble militancia (movimiento feminista/partido político), ante la postergación de sus demandas en el seno de los partidos. Esta controversia acabó por dirimirse en las Jornadas de Granada de 1979, quebrando el movimiento y haciéndole perder gran parte de su iniciativa política. Sin embargo, no se aprecia que dentro de la ADM fuera esta la causa de su desaparición. Según Merche Comabella, fue el propio PTE el que disolvió la Asociación. Probablemente esta decisión estuvo más relacionada con la dinámica interna del partido ante el fiasco organizativo y de cumplimiento de las expectativas electorales que supuso la fusión con la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT) y la consiguiente creación del Partido de los Trabajadores (PT), ese mismo año. Su existencia fue efímera, disolviéndose al año siguiente. Cuando desde el partido, a finales de 1980, se dio la orden de disolver la ADM de Cantabria, no se apreciaban especiales síntomas de debilidad en la Asociación.
El último apunte del libro de cuentas de la ADM de Cantabria data de febrero de 1981, en que se registra una donación para los actos organizados por la Asamblea de Mujeres. Se podría pensar que la Asamblea es la continuación natural de la ADM por la continuidad temporal de la disolución de una y la creación de la otra. Sin embargo, el capital humano y simbólico de la ADM se perdió, comenzando la nueva agrupación desde cero, heredando de la anterior etapa sólo esta pequeña aportación económica y, quizá, la conciencia de la necesidad de una organización sin ninguna clase de tutela.
(1) Vicenta Verdugo Martí: “Desmontado el patriarcado: prácticas políticas y lemas del movimiento feminista español en la transición democrática”. En Feminismo/s nº16, diciembre 201. Pág. 261
(2) Hoja del Lunes 25-12-1944. Información Sanitaria. Mujeres emancipadas por el Dr. García Muñoz
(3) DÍAZ SILVA, Elena. “El Año Internacional de la Mujer en España: 1975” en Cuadernos de Historia Contemporánea, 2009, vol. 31, 319-339. Universidad Complutense de Madrid (https://revistas.ucm.es/index.php/CHCO/article/view/CHCO0909110319A/6713)