De la militancia política al movimiento ecologista
Floren Enríquez nació en 1955, en Santa Cruz de Iguña. Se inició en el compromiso social por seguir el ejemplo de sus padres. Ellos colaboraban en la parroquia de la Asunción de Torrelavega, donde intentaban poner en práctica las enseñanzas de Concilio Vaticano II.
A los 12 años le enviaron a la Universidad Laboral de Zamora, que era la única oportunidad que tenía de estudiar. Volvía a su casa sólo en vacaciones y encontró en la (Hermandad Obrera de Acción Católica) HOAC y en las actividades para jóvenes de la parroquia su espacio de socialización. Ahí aprendió la cultura de la reunión.
Con 17 años, un salesiano de la Laboral (Julio Parrilla, actual obispo de Riobamba) les habló del teólogo de la Liberación Hélder Cámara y junto con su compañero Julio Pajares se incorporó a los Círculos Obreros Comunistas. El hambre que pasaban allí y el estricto régimen disciplinario impulsaron las ganas de protestar de los estudiantes. Al año siguiente empezó Magisterio en la Laboral de Cheste; el maravilloso olor de los naranjos, que aún guarda en su memoria, no vaticinaba el abrupto final del curso. Fue detenido por la policía cuando desarticularon la coordinadora de estudiantes que se acaba de reunir en Tarragona. Floren pasó una semana detenido hasta que su padre llegó con la fianza. Tras la expulsión de la Laboral le costó volver a casa por el miedo al choque: un comunista en el seno de una familia religiosa. El miedo se quedó en eso, sus padres fueron muy respetuosos con él.
Se fue a vivir a casa de unos amigos y continuó sus estudios en la Normal de Santander, en la que participó activamente en las movilizaciones universitarias de los últimos años de la Dictadura franquista (el punto culminante fue el cierre de la Universidad de Valladolid el curso 1974-75). En la mili retomó el contacto con su organización, que ahora se denominaba Organización de Izquierda Comunista (OIC) y estaba a punto de fusionarse con el Movimiento Comunista (MC). Se casó en 1975 y para cuidar de sus hijos tuvieron que repartirse las reuniones.
En febrero de 1980 empezó a trabajar como maestro, y junto a Lucio Benito y Fernando Amigo crearon el Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de Cantabria (STEC), como alternativa democrática y asamblearia a la Asociación Nacional de Profesionales de la Enseñanza (ANPE), heredera del Sindicato Vertical. La movilización por los maestros provisionales y la lucha contra el estatuto docente fueron sus primeros éxitos. En los primeros años 90 dio un paso atrás en el sindicato tras imponerse la tesis de unificarse con la Unión Confederal de Sindicatos de Trabajadores de la Enseñanza (UCSTE), para obtener representación ante el Ministerio. A partir de ese momento dedicó su tiempo al Movimiento de Objeción de Conciencia (MOC) y sobre todo a la ecología. Dentro del grupo Alcaraván se especializó en la denuncia de canteras que venían funcionando desde los años cincuenta sin permiso. El alcalde del pueblo en que había nacido, le declaró “persona no grata”. Con el tiempo Alcaraván se integró en Ecologistas en Acción.
Desde su experiencia, la ecología ha calado cada vez en capas más amplias de la sociedad. Las mayores dificultades con que se encuentran están relacionadas con la connivencia de las administraciones con las empresas que generan los impactos ambientales. Se considera un hombre feliz. Desde los 15 años que empezó, como él dice “a revolver”, acumulando pandillas y experiencias que le han hecho sentirse a gusto y querer continuar en la brecha.