La ley, 52/2007 de 26 de diciembre, popularmente conocida como ley de la Memoria Histórica, parece que nació para no ser cumplida. Tanto es así, que el año pasado se publicó una ley de ámbito autonómico, la ley de Cantabria 8/2021 de 17 de noviembre, que anuncia que “corresponderá a las administraciones locales la retirada en el ámbito de su territorio de los nombres de las vías públicas que ensalcen hechos o personas que atentaron contra la democracia o los derechos humanos”. El marco general se desenvuelve en torno a tres elementos históricos como son la sublevación militar de 1936, la guerra posterior y la dictadura franquista. Como esa ley autonómica y un conjunto de ellas aprobadas en los diversos parlamentos regionales, tampoco parece que hayan conseguido que esos principios se cumplan, las Cortes Generales han aprobado recientemente otra ley de Memoria Democrática, la 20/2022, de 19 de octubre pasado, que está iniciando su andadura.
Nuestra Asociación, Desmemoriados, se dirigió a la alcaldesa de Santander el pasado 10 de noviembre a través del Registro Municipal, con una petición para que se cumplan esas leyes, aplicadas muy parcialmente en la capital de Cantabria. Nos respondió en muy poco tiempo el Servicio de Cultura, tan poco tiempo que da la sensación de que nuestra petición no se ha entendido. Citábamos, solo a modo de ejemplo, los dos casos que resultan más clamorosos de incumplimiento de esas leyes, como son los nombres del General Dávila y de Alonso Vega. Textualmente nos decían que nuestra “propuesta para cambio de denominación de las calles General Dávila y de Camilo Alonso Vega debo manifestarle que actualmente, la denominación de calles o espacios públicos debe ser estudiada por la Comisión de Cultura, para posteriormente ser ratificada por el Pleno municipal”. Nuestra propuesta es muy sencilla y no es una broma: Que se cumpla la ley.
Ante esa respuesta, hemos iniciado el contacto con otros grupos municipales. Nos hemos reunido ya con PSOE, UnidasxSantander y Ciudadanos que parece que están de acuerdo para alcanzar una mayoría en el Pleno del Ayuntamiento y que este tema no lo herede la siguiente Corporación. Los primeros contactos mantenidos con el PRC, con el que nos reuniremos tras las fiestas, apuntan en idéntico sentido. También hemos solicitado, sin respuesta de momento, una entrevista con la Delegada del Gobierno. El pasado 21 nos recibió la Directora General de Memoria del Gobierno de Cantabria. Nos ha manifestado que va a dirigirse a los Ayuntamientos de la región instándoles a cumplir la ley. Desconocemos si también va a informarles de las consecuencias del incumplimiento de la misma.
Solo en aras del ya mencionado cumplimiento de la ley podemos considerar aceptable la última propuesta de la Comisión de Cultura, aunque como es lógico aspiramos a que se limen aspectos en las reuniones de los grupos municipales favorables al acuerdo. Somos conscientes de que llevar al Pleno municipal una propuesta no consensuada por una mayoría de concejales, solo servirá para que el tema siga aparcado.
Exponer, por ejemplo, que el Paseo del Alta no debe recuperar su nombre histórico para que no se confunda con la calle Alta nos parece un argumento de muy poco peso. La calle Alta y el Paseo del Alta coexistieron en el callejero santanderino sin que se conozcan problemas derivados de la similitud.
Nos parece que se valora poquísimo el aporte del callejero al patrimonio histórico, tan devaluado en la capital de Cantabria. Con muchos siniestros sufridos en más de 2000 años, Santander añade la particularidad de la reconstrucción después del incendio de 1941. Esa nueva ciudad en la que el franquismo impuso su modelo urbano de segregación social y de estética autoritaria, arrasó también la mayoría del subsuelo que escondía el pasado de la ciudad y solo el callejero puede ayudar a las nuevas generaciones a tratar de imaginar cómo era esa ciudad desaparecida.
Ha quedado algún ejemplo como la calle del Puente que recuerda un hito centenario vinculado al crecimiento urbano, que llevó a saltar hacia el norte la ría de Becedo. Recuperar el histórico nombre de La Ribera para un tramo de la vía principal de Santander, no debería dejar lugar a ninguna suspicacia de tipo político. Las nuevas generaciones no van a tener la capacidad de imaginación suficiente para ver, en sentido figurado, las naves surcando, ría arriba y abajo, en dirección a las Atarazanas – otro nombre milagrosamente salvado- o a la Bahía. Si la cuesta del Hospital se hubiese renombrado en algún momento, se podría haber olvidado ese peregrinar histórico de los hospitales de Santander hacia el oeste, siguiendo el crecimiento urbano. Desde el más antiguo, adosado al claustro de la catedral, pasando por el actual Parlamento de Cantabria, hospital de la ciudad durante siglo y medio. Hace ya casi cien años nuestro hospital de referencia, Valdecilla, señaló durante decenios el límite oeste de la ciudad.
No nos podemos extender, pero abundan los ejemplos de lo que podría ser el callejero de esta ciudad, ateniéndonos a un criterio histórico que rememorara el pasado de Santander y que, a su vez, dejara de glorificar oscurísimos episodios de confrontación.
Como parte de la sociedad civil, Desmemoriados, reclama el cumplimiento de unas leyes, la más antigua de ellas de hace 15 años, puesto que no conocemos muchas más que se incumplan durante tan largo periodo de tiempo sin consecuencia alguna. Sería, por lo demás, una sana apuesta por la democracia real para aquellos que con diversos subterfugios dilatan y demoran lo inaplazable.